“Siempre
me ha llamado la atención la frecuencia con que cae en
el olvido la pena de los abuelos por la muerte de un nieto. Desde luego la
magnitud del duelo depende en gran parte de la dimensión
de lo perdido, y es un hecho que no todos los nietos son cercanos a sus abuelos
y viceversa. Pero para muchos el duelo será doble: por una parte, el del
nieto que nunca llegará a adulto y por otra el duelo
que sufren por su hijo o hija que vive un dolor inmenso.
Hay que tener en cuenta que
hace cincuenta años el duelo se llevaba en forma pasiva, en silencio, con solemnidad y
entereza, el abuelo puede desconcertarse ante las expresiones de dolor, rabia o
culpa que hoy se recomienda expresar. Es mas, internamente puede haber un
choque generacional irreconciliable entre las recomendaciones y postulados de
los sicólogos de duelo
y las creencias y patrones culturales ante la muerte de las familias de origen
de los abuelos. A veces este choque se hace manifiesto en la desaprobación explícita o velada de las
conductas o formas de enfrentar el dolor que asumen su hijo, nuera o yerno.” (Isa Fonnegra de Jarmillo,
2001
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