Dicen los antiguos sabios del Zen
que para comprender la realidad a veces es necesario pensarla al revés:
estamos tan condicionados a mirar las cosas de determinada manera, que los
otros puntos de vista quedan sin ser explorados. Y en lo no explorado podría
estar la verdad! Vayamos con este espíritu hacia el tema de la auto-apreciación.
Cuando abordamos esa idea, lo primero que suele surgir es que uno
"debería" aprender a querer a ése que uno es en su fondo;
luego de rechazarse durante años, de autoexigirse, de despreciarse, uno se da
cuenta de que necesita lograr hacer las paces consigo. Entonces busca
establecer cierta corriente afectiva hacia "ÉSE" que se es,
permaneciendo con frecuencia en la lucha entre desestimarlo y aceptarlo... O
sea: "Me sería más fácil aceptarme a mí mismo... si no fuera
así, como soy!". Vaya paradoja...
¿Cómo sería pensar este asunto al revés? En principio, vislumbrando que lo que
llamamos "Sí Mismo" no es nuestra identidad superficial, condicionada
por todo lo aprendido, sino nuestra identidad más recóndita: aquello que
éramos aún antes de nacer, y que seguiremos siendo aún después de
morir. Una porción del Todo encarnada en forma humana. Nuestra Esencia.
Nuestro Centro. Durante un largo tramo de la vida vivimos en los suburbios de
ese Centro (o a veces directamente en otro país interior!); y cuando buscamos
ejercer la famosa "autoestima" termina siendo... el ego tratando
de amar al ego: pura superficie! Así, esa "autoestima" se
despeina al más mínimo viento, se desploma ante cualquier crítica o rechazo del
entorno... ¿Entonces? Entonces quizás se trate de algo más profundo, pues todo
amor unilateral está destinado a la frustración. O sea: no sólo trabajar
para "querernos y aceptarnos" (desde la periferia hacia el Centro de
sí) sino también... dejarnos amar por nuestro Sí Mismo! Aunque suene
extraño: desde el Centro hacia la periferia. Veamos qué es lo que esto
significa...
El poeta sufi Rumi (hacia el año 1200) decía que "el mejor Amor es el
Amor sin objeto": el Amor en sí, como materia prima, aún antes
de depositarse en nada ni en nadie. Su fuente está en ese Centro con el que
necesitamos restablecer contacto (como lo tuvimos cuando éramos niños, pero que
perdimos al creernos ser el de la periferia, el condicionado... el irreal!).
Rumi preguntaba: "¿Te visitas a ti mismo con regularidad?".
Desde esta mirada invertida, la tarea es disponernos no sólo a "querernos
y aceptarnos", sino también a RECIBIR la afectuosidad que puede
IRRADIAR HACIA NOSOTROS nuestro Sí Mismo. Él valora los imperfectos
esfuerzos humanos que hayas hecho para re-contactarlo, -a ciegas y sin
lazarillo-... difícil tarea que muchísimos ni siquiera intentan. Te invitamos a
explorar, poco a poco, cómo sería dejarte amar por esa porción del Todo que
te habita; dejarte ayudar por ESO, dejarte acompañar por ÉL. Tal vez
siempre quiso ser tu amigo, pero no hayas podido recibir su Amor...
sólo porque no lo sabías! Ahora te ha llegado
esta noticia. Te la damos nosotros y queremos que también te la dé el magnífico
poeta antillano Derek Walcott (Premio Nobel de Literatura en 1992):
EL AMOR DESPUÉS DEL AMOR
El tiempo vendrá
cuando, con gran alegría,
tú saludarás al tú mismo
que llega a tu puerta, en tu espejo,
y cada uno sonreirá a la bienvenida del otro,
y dirá: ‘ Siéntate aquí. Come.’
Seguirás amando al extraño que fue tú mismo.
Ofrece vino. Ofrece pan. Devuelve tu amor
a ti mismo, al extraño que te amó
toda tu vida, a quien no has conocido
para conocer a otro corazón
que te conoce de memoria.
Recoge las cartas del escritorio,
las fotografías, las desesperadas líneas,
despega tu imagen del espejo.
Siéntate. Celebra la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario