Muchos
tienen fósforos en su interior, pero pocos saben encenderlos. Aunque usted no
lo crea, nuestra vida es como varios cerillos juntos que tienen la capacidad de
volverse fosforescentes con sólo rasparlos.
Esa energía
representa nuestra verdadera alma, una materia luminosa que ‘arde’ sin consumir
nuestro cuerpo.
Es como la
sazón de la vida que, por desgracia, olvidamos saborear.
Y es que,
así tengamos los cerillos suficientes, sólo de nosotros depende encender
nuestro brillo interior.
Esa luz es
la que en realidad debemos tener para emprender alguna cosa o cualquier cambio.
Cuando usted hace algo con alma, descubre cuanta alegría le proporciona
conseguir sus objetivos.
Sin alma,
las cosas se vuelven amargas. Tal vez por eso hay gente aburrida en las
oficinas, hay alumnos cansados de ir a la escuela y hay docenas de parejas que
terminan ‘presas’ de la rutina.
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