Todos
deberíamos llevar una vida sin estrés, sin ansiedad y alejada de cualquier gota
de depresión.
Se lee
fácil, ¿cierto?
Sin embargo,
nos resulta complicado asumir tales actitudes.
Todos
estamos agobiados por algo: para unos es el asunto económico, para otros es el
emocional; y no faltan los que, con razones obvias, sufren por los quebrantos
de salud.
Así las
cosas, es una utopía creer que nada nos afectará, sobre todo, en estos tiempos
cuando el mundo va tan a prisa y padecemos el evidente deterioro de nuestra
calidad de vida.
Hay tantas
cosas pendientes por hacer, que ya ni dormir podemos.
¡Pues bien!
hay una terapia simple que nos permite elevarnos más allá del estrés y de
nuestras creencias derrotistas.
Les
proponemos el siguiente ejercicio:
Si tienen
situaciones difíciles y no saben cómo sobreponerse a tales vicisitudes, busquen
un lugar tranquilo y alejado del bullicio. Puede ser una zona verde; un espacio
confortable; o tal vez una iglesia, sin importar el credo.
Después de
llegar allí, pueden acomodarse lo mejor posible y cerrar los ojos durante 3
minutos. En el transcurso de ese breve tiempo, ustedes deben pedirle a Dios que
les muestre un camino o una luz, lo suficientemente clara como para
encontrarles salidas a sus penosas dificultades.
Pero, no se
queden sólo en eso. Les corresponde pensar qué pueden hacer para salir a flote
y no dejarse invadir por la tristeza.
Esta terapia
no la pueden hacer si no están convencidos de que la fe trae consigo serenidad.
Además, si no están dispuestos a estar atentos, nada lograrán.
¿Por qué?
Porque Dios
habla sólo cuando somos capaces de escucharlo.
Además,
debemos basar nuestras acciones en los principios fundamentales de la
sencillez, la alabanza, la gratitud, el amor, la compasión y el perdón.
Con tales
herramientas, tarde o temprano, salimos del atolladero.
El consejo
que hoy les entregamos en esta Página de Espiritualidad no es sólo una cuestión
de palabras bonitas. Los propios médicos dan fe de que tomar las cosas con
calma, puede ser la solución a los grandes problemas.
Según los
galenos, a medida que nos hacemos adultos traemos consigo las huellas de todas
las experiencias vividas, sean buenas, malas o traumáticas. Los expertos
argumentan que tales tensiones hacen que respondamos a las experiencias de la
vida con conductas negativas.
De ahí que
nos enojemos, que insultemos, que tratemos mal a los demás, que nos
desesperemos.
Lo que se
debe hacer es borrar las tensiones del pasado y crear la capacidad de responder
a las situaciones presentes con mayor creatividad.
¿Cómo puede
funcionar?
¡Con una
gota de serenidad!
En esos
minutos que nos tomamos para ver las cosas mejor, le permitimos a nuestros
cuerpo llegar a un nivel de descanso dos veces más sano que el sueño profundo
que podamos tener en una noche de placidez.
Lo anterior
permite que se activen las facultades naturales de sanación de nuestra mente,
eliminando las tensiones del sistema nervioso y, de paso, viendo las cosas con
otro tipo de lente.
¿Se podría
decir que se necesita alguna preparación especial para practicar tal técnica?
No hay
ninguna condición previa distinta a la fe. Cuando estemos bravos, por ejemplo,
contemos de 1 hasta 10 y notaremos que cuando vamos llegando al último dígito,
nuestras ganas de estallar habrán terminado.
Cuanto más
podamos realizar esta práctica sin nociones preconcebidas, más rápidamente se
disolverán las tensiones en nuestro sistema nervioso.
Lo mejor es
que en medio de la serenidad que ganamos, también vienen para nosotros grandes
mejorías para la salud, una perspectiva mental más positiva, la eliminación del
estrés acumulado, una mayor autoestima, la habilidad para enfocar las tareas,
la apertura para aceptar los cambios e incluso la opción de sostener mejores
relaciones interpersonales.
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