domingo, 12 de mayo de 2013

Tenga calma y mucha fe



Todos deberíamos llevar una vida sin estrés, sin ansiedad y alejada de cualquier gota de depresión.
Se lee fácil, ¿cierto?
Sin embargo, nos resulta complicado asumir tales actitudes.
Todos estamos agobiados por algo: para unos es el asunto económico, para otros es el emocional; y no faltan los que, con razones obvias, sufren por los quebrantos de salud.
Así las cosas, es una utopía creer que nada nos afectará, sobre todo, en estos tiempos cuando el mundo va tan a prisa y padecemos el evidente deterioro de nuestra calidad de vida.
Hay tantas cosas pendientes por hacer, que ya ni dormir podemos.
¡Pues bien! hay una terapia simple que nos permite elevarnos más allá del estrés y de nuestras creencias derrotistas.
Les proponemos el siguiente ejercicio:
Si tienen situaciones difíciles y no saben cómo sobreponerse a tales vicisitudes, busquen un lugar tranquilo y alejado del bullicio. Puede ser una zona verde; un espacio confortable; o tal vez una iglesia, sin importar el credo.
Después de llegar allí, pueden acomodarse lo mejor posible y cerrar los ojos durante 3 minutos. En el transcurso de ese breve tiempo, ustedes deben pedirle a Dios que les muestre un camino o una luz, lo suficientemente clara como para encontrarles salidas a sus penosas dificultades.
Pero, no se queden sólo en eso. Les corresponde pensar qué pueden hacer para salir a flote y no dejarse invadir por la tristeza.
Esta terapia no la pueden hacer si no están convencidos de que la fe trae consigo serenidad. Además, si no están dispuestos a estar atentos, nada lograrán.
¿Por qué?
Porque Dios habla sólo cuando somos capaces de escucharlo.
Además, debemos basar nuestras acciones en los principios fundamentales de la sencillez, la alabanza, la gratitud, el amor, la compasión y el perdón.
Con tales herramientas, tarde o temprano, salimos del atolladero.
El consejo que hoy les entregamos en esta Página de Espiritualidad no es sólo una cuestión de palabras bonitas. Los propios médicos dan fe de que tomar las cosas con calma, puede ser la solución a los grandes problemas.
Según los galenos, a medida que nos hacemos adultos traemos consigo las huellas de todas las experiencias vividas, sean buenas, malas o traumáticas. Los expertos argumentan que tales tensiones hacen que respondamos a las experiencias de la vida con conductas negativas.
De ahí que nos enojemos, que insultemos, que tratemos mal a los demás, que nos desesperemos.
Lo que se debe hacer es borrar las tensiones del pasado y crear la capacidad de responder a las situaciones presentes con mayor creatividad.
¿Cómo puede funcionar?
¡Con una gota de serenidad!
En esos minutos que nos tomamos para ver las cosas mejor, le permitimos a nuestros cuerpo llegar a un nivel de descanso dos veces más sano que el sueño profundo que podamos tener en una noche de placidez.
Lo anterior permite que se activen las facultades naturales de sanación de nuestra mente, eliminando las tensiones del sistema nervioso y, de paso, viendo las cosas con otro tipo de lente.
¿Se podría decir que se necesita alguna preparación especial para practicar tal técnica?
No hay ninguna condición previa distinta a la fe. Cuando estemos bravos, por ejemplo, contemos de 1 hasta 10 y notaremos que cuando vamos llegando al último dígito, nuestras ganas de estallar habrán terminado.
Cuanto más podamos realizar esta práctica sin nociones preconcebidas, más rápidamente se disolverán las tensiones en nuestro sistema nervioso.
Lo mejor es que en medio de la serenidad que ganamos, también vienen para nosotros grandes mejorías para la salud, una perspectiva mental más positiva, la eliminación del estrés acumulado, una mayor autoestima, la habilidad para enfocar las tareas, la apertura para aceptar los cambios e incluso la opción de sostener mejores relaciones interpersonales.

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